miércoles, 19 de octubre de 2011

DC: un artículo de primera necesidad

Joaquín García-Huidobro

El Mercurio, 16 de octubre de 2011

¿Podría desaparecer la Democracia Cristiana del panorama político
chileno? La pregunta parece disparatada, pero en 1993 sucedió en
Italia, donde era todavía más poderosa. También podría ocurrir en
Chile. En política nadie tiene la vida asegurada, ni siquiera el
Imperio Romano o la Unión Soviética la tuvieron.

¿Sería bueno que desapareciera la DC? No. Sería malo para el Gobierno,
que ya tiene problemas al no encontrar interlocutores sólidos. También
para la Concertación, que perdería un elemento moderador. En
definitiva, sería negativo para Chile, porque la DC ha llegado a ser
una parte de nosotros, aunque a algunos nos molesten cosas, como esa
mezcla de ingenuidad y maquiavelismo que parece amenazarla
permanentemente.

Cuesta imaginar un Chile sin la Democracia Cristiana, pero sus
permanentes conflictos y otros signos de malestar interno hacen que
debamos mirar su futuro con preocupación. Los electorados son
implacables con los partidos desunidos, y las próximas elecciones
municipales podrían traer sorpresas desagradables para la DC y para
los que, a pesar de nuestra distancia política y psicológica con ella,
le deseamos buena salud.

Se dice que la DC no aprende. Falso. Aprendió, por ejemplo, a dejar a
un lado su mesianismo de la década de los sesenta, que la llevó a
cometer graves errores con buena conciencia. Es un cambio importante,
que probablemente no le resultó fácil.

Importante también, decisiva, fue su participación tanto en la
oposición a la Unidad Popular como en la transición a la democracia.
En ambos casos, sus líderes ejercieron la fortaleza y la prudencia,
virtudes que sus críticos insisten en negarle.

Dos son las dificultades más graves que parece experimentar en este
momento. La primera es que ya no responde a la necesidad histórica que
la vio nacer. El auge de la Democracia Cristiana es un fruto típico de
la Guerra Fría. Se alzó como una respuesta democrática al marxismo,
pero evitando el lastre de los viejos conservadores y liberales.

El mundo, sin embargo, ha cambiado. Ya no estamos en el tiempo de don
Camilo y Peppone, sino en el pragmático ambiente de los Berlusconi y
otras figuras por el estilo, tanto en la derecha como en la izquierda.
Esos personajes pueden resultar ridículos, pero no atemorizan a nadie.
De este modo, la vida se le hace más difícil a un partido que creció
gracias al temor que una parte del electorado sentía hacia la derecha
y otra hacia la izquierda.

La segunda dificultad que enfrenta la DC es más grave, porque apunta
al problema de su identidad. ¿Qué significa realmente ser, hoy, un
democratacristiano? ¿Qué razón, aparte de la tradición familiar,
tendría un joven para inscribirse en sus filas, y no, por ejemplo, en
el PPD? Para ser, a la vez, demócrata y cristiano, hay otras
posibilidades disponibles, tanto en la izquierda como en la derecha.
¿Por qué, entonces, elegir precisamente la Democracia Cristiana?

Parte importante de su mística la obtenía de su inspiración en la
Doctrina Social de la Iglesia; es decir, de su cristianismo.
Lamentablemente, este elemento positivo se mezclaba con un
clericalismo (heredado de sus ancestros conservadores) muy difícil de
digerir. El cristianismo daba votos e inspiración. Con el tiempo, la
DC se ha ido alejando progresivamente de su fuente original. Hasta
parece como si para algunos el cristianismo se hubiera transformado en
un lastre.

Debilitada la impronta cristiana, queda el viejo recurso de definirse
como el que ocupa el centro político. Pero tampoco resulta suficiente
a la hora de fijar una identidad. Este expediente resulta útil cuando
los extremos están bien definidos, pero hoy las cosas aparecen
nebulosas e imprecisas. Nos guste o no, todo tiende a situarse en el
centro. En todo el mundo los gobiernos de centroderecha toman medidas
políticas de centroizquierda, y viceversa. Chile no es una excepción,
y esto le complica la vida a la DC. ¿Cuál es, entonces, su
justificación actual? ¿Qué significa hoy ser un democratacristiano?

Hace medio siglo a la DC le sobraban ideas y le faltaba sentido
práctico. Hoy parece ser exactamente al revés. Pero no todos los
partidos pueden sobrevivir con puro pragmatismo. No, al menos, la DC.
El día en que se transforme en un PPD con aire cristiano habrá
desaparecido. Ella nunca podrá ser un partido instrumental. Para ella
las ideas no son un lujo, sino una condición para seguir viviendo.

Democracia Cristiana, sé tú misma, sé fuerte, muchos chilenos te
extrañamos. Eres un artículo de primera necesidad.